De Adrián Díaz y Martín Cociancih.
En los dos últimos números venimos presentando un posible horizonte para aquellas comunidades que pretenden habilitar pastorales juveniles desde una organicidad que persiga la continuidad de los procesos a lo largo de las distintas instancias del proceso evangelizador. Nos proponemos, ya en este último número, ubicar la Catequesis con adolescentes y jóvenes en el seno de una Pastoral Juvenil que procura dotarla de una mayor especificidad.
Vista la propuesta que venimos compartiendo, el lugar de la catequesis en una pastoral juvenil estaría dada por el momento en el que la comunidad la juzga pertinente al servicio de un proceso pastoral que se entiende de modo orgánico. De esta manera, la Catequesis no pierde su especificidad y puede dedicarse a concretar su objetivo: hacer madurar la fe inicial de aquellos que van teniendo un primer encuentro y una primera experiencia de Jesús de Nazaret como Maestro y Redentor. Así, la Catequesis acompaña la fe de los ya iniciados, ayudándolos a que continúen aprendiendo a leer y profundizar sus experiencias vitales cada vez más hondamente al punto de ponerlas en contacto con las experiencias fundamentales de la fe cristiana; sabiendo que al ser parte de una pastoral planificada y de conjunto el interlocutor será acompañado en otras instancias que le permitirán profundizar/complementar muchas de las experiencias de fe que viene sosteniendo.
Recordando algunas de las cosas que ya mencionamos, en el contexto de una Catequesis que se entienda como una parte de un todo (la pastoral juvenil orgánicamente organizada y planificada), no siempre deberá asumir un carácter estrictamente sacramental. Al interior de un proceso mayor que la acoge y según el momento comunitario en el que se esté, la Catequesis puede ser de iniciación (comúnmente asociada a los sacramentos de iniciación cristiana), de profundización de esas experiencias fundamentales de la fe abordadas en la iniciación, o asumir características más propias de un estudio más serio y sistemático de la persona y el proyecto de Jesús, como así también el conocimiento más profundo del conjunto de verdades de fe que como Iglesia fuimos descubriendo y construyendo a lo largo de más de 2000 años. Este es el caso de la formación de los catequistas, que bien sabemos puede darse a diferentes niveles. De esta manera, hacer madurar la fe inicial y buscar profundizarla a diferentes niveles, es propiciar un Itinerario Catequístico Permanente (IPC) donde pueda asegurarse la formación continua del discípulo creyente.
A partir de lo dicho hasta aquí, puede verse con mayor claridad que una Pastoral orgánica ayuda a que la Catequesis no se confunda con otras instancias y actividades pastorales, como tantas veces constatamos en la realidad por creer que debemos abarcar todo desde ella. Como condición de realización de esto, creemos que toca a los responsables de la Pastoral Juvenil local el poder pensar en horizontes pastorales que tiendan a la conformación de comunidades que generen, alberguen y cuiden todo el proceso pastoral en forma continuada acompañando las distintas etapas de la vida y del crecimiento de la fe. Sin comunidades de fe adultas resulta prácticamente imposible el poder pensar en propuestas que se sostengan en el tiempo; que ayuden a otros a iniciarse; que acerquen y favorezcan el encuentro con Jesús. Dicho de otro modo, es la comunidad la garante de la organicidad, fuente, lugar y meta de todos los procesos de discernimiento y configuración discípulo-fraternal de sus miembros.